Hace un milenio o hace un siglo
los humanos no se inquietaban como sería el ser humano en el futuro. Para estaba
la ficción. Para eso estaba Frankenstein. En la actualidad, el ser humano se
pregunta ¿Cómo será el ser humano del futuro? Para algunos cambiar la esencia del
ser humano y la tierra es negativo, pero para otros es positivo, incluso
generar otras formas de vida (robots).
La ciencia crece, el ser humano
cambia, y nuestra conducta se ha modificado. Los conocimientos (tecnología que
nos mantiene comunicados todo el día, ciencia capaz de crear bombas atómicas y
robots humanizados), las actividades que desarrollamos (modificar el medio
ambiente, modificar los alimentos, contaminar, deforestar), así como la imposición
de un mercado en todas nuestras actividades (rentar úteros, vender riñones,
vender córneas, prostituirse para estudiar), aunque algunas no sean conductas
nuevas, su magnitud y poder aumenta sin freno. Esas actividades han cambiado el
“esqueleto ético” de los seres humanos.
Esqueleto ético se refiere a los
valores -solidaridad, compasión, altruismo, solidaridad, justicia- que rigen la
vida de las personas y a las interrelaciones que la misma establece con el otor,
con los otros, con la sociedad y con la madre tierra. No existen determinantes
genéticas para ser o no ser una persona moral, no se han descrito aún, y tal
vez no se describirán cromosomas o genes encargados de codificar
comportamientos éticos o poco éticos. Un cromosoma ligado a la corrupción, uno ligado
a la violación y otro más a la asociación delictiva.
El ser ético se mama en casa, en
los primeros años de la vida, se afina en la infancia: al jugar en la calle con
niños, de preferencia, pertenecientes a clases sociales diversas, culturas
diversas, razas diversas o religiones diversas; se moldea al escuchar como los
padres se dirigen a otras personas, y, finalmente, se construye en la escuela,
sobre todo, durante los primeros años. En síntesis, el tejido social ya lo
decía Mark, determina el esqueleto ético y la conciencia de las personas.
La cuestión es, ¿Cómo será el ser
humano del futuro? ¿Cómo será su esqueleto ético? El entorno actual es desolador.
Ejemplos de sus modificaciones sobran. Matar no es suficiente, es necesario
decapitarlos o descuartizarlos. Vejar inmigrantes no basta, se requiere violar
a las mujeres y asesinar a quienes no cubran sus cuotas. Prostituir infantes y
jóvenes es una realidad mundial para fomentar el turismo. Crear términos como
desaparecidos o homeless es imprescindible. Ultimar desconocidos a manos de
radicales extremistas de origen musulmán se ha convertido en una cotidianidad
(casi).
El fracaso es evidente. Ni las
religiones ni los mercados ni la política ni la ciencia ni la educación han
servido para detener la depauperación moral de nuestra especie. El tejido
social se ha roto en múltiples sitios. Recomponerlo es necesario ¿Es posible? No
lo creo. Cuando se cavila en ética, los saberes y los conocimientos acumulados
de poco o nada sirven. Cuando se observa el mundo sobresalen los Trump, los Putin,
los Maduro, los políticos mexicanos…
En mi juventud se hablaba de
despersonalización y alienación (proceso mediante el cual el individuo o una
colectividad transforma su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía
esperarse de su condición). Alienar y despersonalizar es labor sencilla cuando
el esqueleto ético se ha debilitado, sin el, no hay voluntad ni suficientes
elementos sociales para luchar contra la corriente. Escapar de lo que se ve y
de lo que se escucha no es posible: el ser humano tiende a mimetizar. En la
infancia, las redes sociales imprimen sus huella en las conductas y en las
redes psíquicas de los niños. En la actualidad, el periodismo 3.0 se levanta
como juzgador, dictamina y califica las conductas humanas, y, en bastantes
ocasiones, sin sustento.
La voracidad de los dueños del
mundo, de quienes dirigen la economía, de quienes imponen fanatismos
religiosos, de quienes imponen tendencias sociales, o de los grupos que crean
gobiernos independientes dentro de otros gobiernos como es el caso del
narcotráfico, se reproduce cuando no hay elementos éticos individuales y
comunitarios para responder. Dotar a las personas y la comunidad con argumentos
morales para impedir que triunfe la alienación debería ser la apuesta. El poder
de los mercados, económico, tecnológico, religioso y el del narcotráfico supera
con creces las respuestas éticas de la sociedad.
¿Cómo es y como será el ser
humano en el futuro no lejano? No existen recetas mágicas para contrarrestar la
realidad. La única solución es contagiar y divulgar los valores éticos desde la
primera infancia. Intentarlo, aunque se difícil o imposible, es obligatorio. El
nuevo ser humano ya es una realidad, aunque su esqueleto ético tiene
incontables fracturas, profundas e incurables. -Arnoldo Kraus-
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