jueves, 6 de noviembre de 2014

Paul McCartney...

Nací en Liverpool, Inglaterra, y en la década de los sesenta iba al Liverpool Collegiate. Al otro lado de la ciudad se encontraba el Liverpool Institute. Uno de sus alumnos era Paul McCartney. Paul pasó la mayor parte del tiempo que estuvo en el Liverpool Institute haciendo el tonto. En lugar de estudiar cuando llegaba a casa, dedicaba la mayoría de las horas a escuchar rock y aprender a tocar la guitarra. Resultó que aquella fue una elección muy inteligente, especialmente cuando conoció a John Lennon en una fiesta del colegio, en otra parte de la ciudad. A cada uno le impresionó el otro, y con el tiempo decidieron formar un grupo musical, con George Harrison y, más tarde, Ringo Starr, llamado los Beatles. Fue una gran idea.
Hacia mediados de los ochenta, tanto el Liverpool Collegiate como el Liverpool Institute habían cerrado. Los edificios seguían ahí, pero vacíos y abandonados. Desde entonces, ambos han vuelto a cobrar vida de maneras muy diferentes. Los promotores inmobiliarios convirtieron mi vieja escuela  en apartamentos de lujo; un gran cambio, ya que el Collegiate no tenía nada de lujoso cuando yo estudiaba ahí. El Liverpool Institute se ha convertido en el Liverpool Institute for Performing Arts (LIPA), uno de los principales centros de Europa para la formación profesional en bellas artes. Su presidente de honor es sir Paul McCartney. Las viejas y polvorientas aulas en las que pasó su adolescencia fantaseando acogen a estudiantes de todas partes del mundo que hacen lo que él soñaba hacer, música, así como a aquellos que están aprendiendo a salir a escena en campos muy diferentes.
Yo desempeñé un pequeño papel al comienzo de la creación del LIPA, y en su décimo aniversario la escuela me concedió un galardón. Volví a Liverpool para recibir el premio de manos de sir Paul en la ceremonia de graduación anual. Di una conferencia a los alumnos diplomados sobre algunas de las ideas de este libro: la necesidad de descubrir tus intereses y talentos, así como el hecho de que a menudo la educación no solo no te ayuda a descubrirlas sino que muchas veces tiene el efecto contrario.
Sir Paul también habló ese día, y respondió directamente a lo que yo acababa de decir. Explicó que él siempre había amado la música, pero que en el colegio nunca disfrutó de las clases de esta materia. Sus profesores creían que podían conseguir que los chavales llegasen a apreciarla haciéndoles escuchar discos viejos y rayados de música clásica. A sir Paul aquello le parecía tan aburrido como el resto de las clases. Me contó que durante toda su educación nadie reparó en que tenía talento para la música. Incluso llegó a solicitar su ingreso en el coro de la catedral de Liverpool y no lo aceptaron. Le dijeron que no cantaba suficientemente bien. ¿De verdad? ¿Cómo era de bueno ese coro? ¿Hasta qué punto puede ser bueno un coro? Irónicamente, el mismo coro que rechazó al joven McCartney acabó llevando a escena dos de sus composiciones.
McCartney no es la única persona cuyas habilidades pasaron inadvertidas en la escuela. Al parecer, a Elvis Presley no lo dejaron formar parte del coro de su colegio. Dijeron que su voz estropearía el sonido. Al igual que el coro de la catedral de Liverpool, el del colegio tenía un nivel que mantener. Todos sabemos lo lejísimos que llegó el coro después de quitarse de encima a Elvis. (El elemento)

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